Este 2.020 ha sido un año complicado y las salidas, ya no fuera de España sino incluso dentro, han y están siendo difíciles. El miedo y la incertidumbre a lo que te vas a encontrar en destino y a los posibles problemas a la vuelta, nos han condicionado bastante y aún lo están haciendo. A estas alturas del año estaríamos haciendo balance de los lugares visitados, estaríamos viendo el alumbrado navideño de Granada y estaríamos organizando la escapada para ver las luces de la calle Larios de Málaga, y por supuesto, nuestra subida anual a Sierra Nevada después de la primera gran nevada y antes de que empiece la temporada de esquí. Pero este año todo es diferente, todo es raro, todo es complicado, todo es aburrido, todo es oscuro. Parece que se ve la luz al final del túnel y espero que el año que viene podamos volver todos a nuestra normalidad, la normalidad de las cosas cotidianas, esas cosas que le dan sentido a todo esto y que son muy simples como salir a pasear a la calle con tranquilidad, sentarte en un banco en un parque, sentarte en un bar con amigos a tomar un café, abrazar a un ser querido, volver a ser como eramos antes de todo esto, aunque creo que aún nos queda bastante para llegar a tener esa confianza y las ganas suficientes para hacerlo.
Cuando llegó el momento de organizar las vacaciones de verano pensamos en quedarnos en España, nuestro país, en caso de problemas estaríamos cerca, llevaríamos nuestro coche, con lo que no dependíamos de aviones ni de ningún transporte. En España hay muchos lugares preciosos que visitar y aunque conocemos muchos, todavía quedan otros tantos por descubrir. Nuestras opciones estaban sobretodo en el norte de España, nueve días recorriendo el norte, en coche, a nuestro aire, como siempre hacemos. Teníamos ese gusanillo de no saber si lo estábamos haciendo bien o no, si seria seguro, si nos tendríamos que volver de prisa y corriendo por algún motivo. Son muchas horas en coche y solo pensar en tener que volver corriendo y estar tan lejos nos hizo plantearnos un destino mas cercano, así que dejamos la opción del norte para otra ocasión y nos centramos en el centro de la Peninsula, a unas 4 horas de casa, un tiempo razonable en caso de problemas. Estaba casi claro, pero surgió una muy buena noticia que nos terminó de condicionar estas vacaciones. No podíamos estar fuera tantos días seguidos así que no podíamos ir tan lejos y como las salidas tenían que ser de fin de semana, pensamos en ir a la playa. Reconozco que no son mis vacaciones favoritas, estar en la arena vuelta para arriba y vuelta para abajo o pasar el día bajo la sombrilla no es que me vuelva loca, yo soy mas de darle a los zapatos, verlo todo, fotografiarlo todo, comer donde encarte y a la hora que se pueda, mi siesta en el coche en cuanto me subo después de un día largo y llegar al alojamiento necesitando una ducha, pero hay que amoldarse a lo que hay y disfrutar lo que se tiene en cada momento.
Salimos dos fines de semana, el primero nos fuimos a Roquetas de Mar en Almería, un pueblo costero muy turístico. Es difícil encontrar alojamiento en verano, pero este año había huecos libres y muy bien de precio. Su litoral es muy extenso y las playas muy limpias y con todos los servicios.
Se puede pasear por el puerto, ver el faro y el castillo de Santa Ana, un paseo muy bonito.
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